Uno de los principales perdedores en la reciente elección presidencial de los Estados Unidos de América (EUA) fue, sin lugar a dudas, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Minimizados y/o soslayados sus beneficios económicos y exageradas sus imperfecciones y objetivos incumplidos, fue objeto de una satanización exitosa pero en mucho injusta.